Los discos de estado sólido, también conocido como SSD, han comenzado a imponerse de la mano de los equipos portátiles pero también en workstations y servidores. A diferencia de los discos magnéticos, que son los que tradicionalmente se utilizan, estos discos no tienen platos giratorios sobre los cuales se guarda la información, sino que se componen de memoria flash, es decir de estado sólido. En realidad, se trata de pequeñas celdillas que cambian de estado según la carga eléctrica que reciban, reflejando esta manera el código binario 0-1.
Los discos de estado sólido tienen un rendimiento notablemente superior que los discos magnéticos, a pesar de que estos últimos también han progresado en su tecnología en los últimos años. Actualmente, tenemos duros de varios terabytes de capacidad, y con mecanismos capaces de hacer girar a los platos hasta 15,000 revoluciones por minuto.
A pesar de que la unidades magnéticas sean más lentan que los discos de estado sólido, tienen la capacidad de durar más tiempo y resistir un poco más el uso intensivo. Los discos SSD funcionan, en principio, de la misma manera que grandes “pen drives” o tarjetas de memoria, por lo que no tienen partes mecánicas. Esto hace que sean más silenciosos. Además, no presentan la dificultad de volverse más lentos a medida que la unidad va llenando su capacidad, dado que la velocidad de transferencia de datos se mantiene inalterada a lo largo de la vida útil.
Para recuperar datos de los discos de estado sólido, el proceso es un poco más complicado y delicado que la recuperación de datos de discos duros tradicionales, dado que el almacenamiento flash es mucho más lábil que el almacenamiento por escritura en platos, como en los discos duros magnéticos.
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