Las posibilidades de recuperación de datos pueden reducirse debido a las acciones que realicemos al detectar un mal funcionamiento del disco. Si observamos que nuestro disco duro, o RAID, manifiesta un comportamiento errático o emite ruidos anómalos, es necesario no someter al sistema a copiar los datos a otro disco duro o soporte. El intento de copia puede provocar daños irreparables en el componente que ha empezado a fallar. Al igual que nunca debemos escribir en el disco duro ni tampoco ejecutar procesos intensivos de lectura como los producidos por antivirus, desfragmentadores de disco o chequeos de integridad. Exponer a un disco duro dañado a un trabajo mecánico intensivo puede empeorar su situación. Dentro de este apartado, también se encuentran los programas de recuperación de datos. Estos softwares están diseñandos para casos de borrados o alteraciones lógicas del disco. Su proceso de lectura de todos los sectores del disco, agravan el problema físico que pudiera tener el dispositivo.
Igualmente importante es no manipular el dispositivo. La apertura del disco duro supondría la contaminación de la emulsión magnética en pocos minutos y, por consiguiente, la irrecuperabilidad de los datos.
En los casos de RAID, a todas estas consideraciones mencionadas, debemos tener en cuenta que no se debe sustituir ni reconfigurar ninguna de sus unidades. Un RAID solo permite “autoreconstruirse” en caso de fallar una de sus unidades y siempre que sigamos teniendo acceso a nuestra información. Si hemos perdido acceso a nuestros datos, solo cabe realizar una recuperación de datos del RAID.
Valorar la intervención de un laboratorio de recuperación de datos de forma temprana puede marcar la diferencia
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